domingo, 27 de noviembre de 2016

TERCER CAFÉ CON SABOR A MAR Y LETRAS

Soy muy afortunado al poder anunciar mi presencia en el tercer café con sabor a mar y letras.

El próximo 17 de diciembre de 2016, en la Cafetería STANFORD 88 de Almería, os espero a todos. En este local, situado en la calle Francisco García Góngora de Almería, tendrá lugar la celebración del Tercer Café con sabor a mar y letras. 

El listón está muy alto, ya que se ha hecho mucho y muy bueno, pero intentaremos superarlo o al menos pasar un buen rato

Ven y disfruta de una tarde para compartir con escritores y el inconfundible aroma de un café recien hecho. Muy probablemente, si es que fuera necesario, después de la presentación firmaré ejemplares de mi novela. 

Os espero.

sábado, 26 de noviembre de 2016

RELATO BREVE: PRIMERA VISITA DE ROCÍO A LA BASÍLICA Y REAL COLEGIATA DE SANTA MARÍA LA MAYOR DE LOS REALES ALCÁZARES DE BÁSTULA (ÚBEDA)

Siguiendo con el ciclo de relatos cortos comenzado con la primera visita de Francisco de los Cobos a su nuevo palacio, aquí os dejo el segundo. En este, tras unos datos en los que os daré a conocer cómo es realmente el edificio, os contaré lo que siente Rocío en su primera visita a Santa María.  

http://ubeda.com/Santa_Maria/index.htm

http://www.santamariadeubeda.es/sm-conoc.htm 

http://ubedaybaezaturismo.com/place/colegiata-de-santa-maria-de-los-reales-alcazares/ 

En los enlaces anteriores, y a modo de información, podréis encontrar más datos sobre este templo. No obstante, utilizando los datos obtenidos de la wikipedia, os dejo un pequeño resumen de esta iglesia:  

https://es.wikipedia.org/wiki/Bas%C3%ADlica_de_Santa_Mar%C3%ADa_de_los_Reales_Alc%C3%A1zares 

Basílica y Real Colegiata de Santa María la Mayor de los Reales Alcázares de Úbeda, declarada Monumento Nacional y parte de conjunto Patrimonio de la Humanidad, es la iglesia principal de la ciudad de Úbeda, Jaén y tercera de la diócesis jiennense. Se encuentra en la Plaza Vázquez de Molina, frente al Palacio de las Cadenas, formando parte del conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003.

Historia  

La iglesia se asienta sobre un suelo arqueológico de la Edad de Bronce, lugar sagrado desde tiempos inmemoriales, siendo finalmente edificada sobre los restos de la mezquita mayor, tras la conquista de la ciudad en 1233 por Fernando III, el Santo. El 29 de septiembre de 1233 el rey San Fernando III con su corte entró a la mezquita mayor de la ciudad por la puerta principal de la misma, para celebrar la victoria de la reconquista de la ciudad y consagrar la mezquita en iglesia católica, bajo la advocación de Iglesia Mayor Parroquial de los Reales Alcázares y de Nuestra Señora de la Asunción. 

Desde 1259 fue titulada Iglesia Mayor Colegial y desde 1852 ostenta el título de Iglesia Mayor Parroquial, al perder la condición de Colegiata. Fue la tercera iglesia declarada como basílica menor en la diócesis de Jaén, en el año 2014. 

En dicha iglesia, la base gótica florida de su construcción se levanta sobre restos arqueológicos neolíticos, íberos, romanos, godos y se enriquece con elementos musulmanes, románicos, góticos, renacentistas, barrocos, neoclásicos, etc., hasta constituir un conjunto que el historiador Juan Pasquau calificara de «…inigualable democracia artística, en la que todos los estilos pugnan por sobresalir y ninguno lo consigue en exclusiva». Lo más interesante son sus fachadas, el bellísimo claustro, las capillas del interior y la rica rejería del interior. 

Fue gravemente dañada en la Guerra Civil Española, aunque la iglesia no perdió su imagen original hasta la casi destrucción del templo en 1986, a manos de la contraproducente obra de Isicio Ruiz Albusac. Y desde entonces permaneció cerrada por obras de restauración hasta marzo de 2011 en que finalmente se pone simbólicamente un punto de cierre a la restauración y se entrega el templo a los ciudadanos. En 2012 el obispado decide cobrar por visitar este templo, la ciudad de Úbeda se rebela, y se comienza una recogida de firmas para evitar esto, además de grupos de apoyo en las redes sociales, ya que gran parte de la ciudad considera que tras invertir más de 6 millones euros de dinero público, la iglesia debería de estar abierta a todos los ciudadanos. En octubre de 2014 el obispo de la diócesis de Jaén, Ramón del Hoyo López anunció la declaración de la iglesia como basílica menor. 

Restauración  

El templo fue cerrado en 1983 para proceder a su restauración, puesto que la inclinación de sus pilares amenazaba ruina inminente. Tras 28 años de obras, por diversas corrientes restauradoras el templo ha visto modificada su fisonomía original y ha perdido buena cantidad de bienes muebles en su interior que han pasado a otros templos y a varios repositorios museísticos.

El primer arquitecto que llevó la obra fue Isicio Ruiz Albusac, quien procedió al desmontaje de las bóvedas barrocas de yeso, por pensar que eran las causantes de la ruina. Esta intervención fue contraproducente e hizo que el templo acabara por desestabilizarse.

Será Enrique Venegas quien tome las riendas de la restauración, haciendo un profundo estudio del edificio, consolidando sus cimientos inestables (verdadero causante de la ruina), así como sus pilares y arcos. Para cubrir el templo se instaló una techumbre de madera, restituyendo la que el templo tenía originalmente entre los siglos XIII-XVIII. Igualmente se ha eliminado el yeso dejando la piedra original de las paredes y las capillas laterales se ha solado con mármol y suelos cerámicos, distintos de la estética original. Recientemente se han limpiado las portadas. En marzo de 2011 se ha entregado la quinta fase, con el enlosado del templo con mármol (en sustitución de las primitivas losas de piedra), y la restauración de la Capilla de Jesús Nazareno, así como parte del claustro y la sacristía. 

Descripción 

Este edificio mezcla diferentes estilos (gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neogótico) fruto de una construcción que se extiende desde el siglo XIII al XIX.  

Al estar intramuros del Alcázar, estaba sin comunicación con la ciudad hasta principios del siglo XVI, salvo un pequeño postigo que aún se conserva en el claustro y por el que según la tradición hizo su entrada en la mezquita el rey Fernando III el Santo para consagrarla al culto cristiano.

Hacia 1510 se inicia la construcción de una portada que la abra al "llano", en tiempos del obispo de Jaén don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, destruyendo para ello un trozo de muralla entre dos torreones; portada de corte renacentista acabada en 1645 según trazas de Pedro de Vera, salvo el friso y el relieve de la Adoración de los Pastores que se debe a Luis de Zayas. 

Por 1833, el Cabildo de la Iglesia Mayor Colegial de Santa María pide licencia al Ayuntamiento para derribar la muralla acastillada del Arroyo de Santa María para utilizar sus piedras.

El torreón desmochado que se observa en el extremo, es lo que queda del antiguo alminar islámico, que fue demolido al final del siglo XIX por amenazar ruina.

El exterior del templo sigue una línea arquitectónica uniforme, aunque se trata de una obra ecléctica y singular. La fachada y portadas, que datan de la primera mitad del siglo XVII, constituyen de hecho la única parte del edificio que responde a un plan previo y organizado. En la fachada el motivo central es la Adoración de los Pastores. La portada está enmarcada por dos espadañas, construidas en el siglo XIX, tras la demolición de la maltrecha torre de la antigua mezquita aljama, dañada de muerte desde el terremoto de Lisboa de 1755.

El claustro es una obra gótica de finales del siglo XV y ocupa el lugar donde estuvo el patio de la mezquita. Bajo una serie de bóvedas de crucería, en el interior se conservan 16 capillas, lugar de enterramiento de obispos y de las familias nobiliarias de la ciudad.

Cabe destacar la puerta de la Consolada, en la fachada este del templo, la cual tiene un gran valor sentimental para la mayoría de los ubetenses, ya que en ella se produce la más bella estampa de la Semana Santa de Úbeda, la salida de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno en la mañana del Viernes Santo.
Conociendo ya lo fundamental de esta impresionante construcción, comienzo ya con el relato de la primera visita de Rocío a la Basílica y Real Colegiata de Santa María la Mayor de los Reales Alcázares de Úbeda: 

Hacía poco más de un día que Rocío había contemplado por primera vez la impresionante plaza de Santa María. Aunque tenía familia en la ciudad, jamás la había visitado. En repetidas ocasiones, durante los alocados años universitarios, Javier le había propuesto hacerle de guía en un viaje que sería inolvidable. Pero jamás llegaría a realizarlo.

 

Tras demasiados años alejada de la espectacular ciudad que acababa de conocer, había comenzado a amarla en silencio. Paso a paso, mirando a ambos lados de las estrechas callejas, descubría los secretos tallados en la piedra.

 

Ya que Javier le había pedido unos días para pensar en su propuesta, aprovechaba para conocer un poco más la magia que se esconde en cada pequeño rincón de Bástula.

 

Hacía pocos días que había visitado la plaza y, pese a la impresionante construcción pétrea funeraria que presidía el espacio, de su mente no pudo sacar la impresionante imagen de la iglesia de Santa María. No, no era tan espectacular como la Sacra Capilla del Salvador del Mundo, con la que compartía la plaza, pero había algo en ella que había acabado conquistándola. 

 

No sabía qué secretos se esconderían en su interior, y pese a saber que había estado demasiado tiempo cerrada por obras de restauración, sabía que no iba a decepcionarla.


El sol lucía con fuerza. Los claroscuros que se producían en la fachada principal del templo eran impresionantes. Quizá fueran las horas que había dedicado a leer una guía de la ciudad que había comprado en una pequeña tienda del casco antiguo, pero no podía dejar de contemplar en motivo central de la portada principal del edificio. Esa representación de la Adoración de los Pastores había sido capaz de tocar su alma. Levantó su vista y reparó en las dos impresionantes espadañas que, desafiantes, coronaban la fachada. 

 

Ansiosa, accedió al interior del templo. Había visto, en la guía de la ciudad y en internet, fotos del claustro. Por desgracia, al menos así lo pensaba, había cambiado demasiado. Sí, la serie de bóvedas de crucería seguían siendo impresionantes, pero había algo que no terminaba de convencerla. Había un espacio vacío que no habían sabido llenar en la restauración. No obstante, era una obra digna del espacio emblemático que ocupaba. 

 

Recorrió cada una de las dieciséis capillas funerarias que se conservaban en el interior. Estas, eran lugar de enterramiento de familias importantes de la ciudad y de obispos. Llego a la nave central y se sentó en uno de los bancos. Por desgracia para ella, durante los más de veinticinco años que había permanecido cerrado, el templo había sufrido pérdidas de buena cantidad de obras de arte y mobiliario, muchas de las cuales han pasado a otros templos y a varios museos. Y pese a todo, seguía teniendo una belleza difícil de describir. 

 

—Es hermosa, ¿verdad?

 

—Mucho. ¿Es usted el párroco de esta iglesia?

 

—Así es. Creo que no es de por aquí.

 

—¿Cómo lo sabe? 

 

—Su acento dice más de lo que revelan sus palabras, ¿no cree? —respondió sonriendo—. Tengo que dejarla, en poco tiempo comenzará la misa. Está invitada, si es que desea quedarse. 

 

—Muchas gracias, padre. Tendrá que ser otro día. Creo que no tardaremos mucho en volver a vernos. 

 

Tras grabar todos y cada uno de los pequeños detalles que iban contemplando sus ojos, abandonó el lugar. Antes de regresar a casa se giró y contempló de nuevo la iglesia. Estaba segura de que el destino volvería a llevarla de nuevo hasta este lugar. Así pues, no era un simple "adiós", más bien era un "hasta pronto".

 

 

sábado, 19 de noviembre de 2016

RELATO BREVE: PRIMERA VISITA DE FRANCISCO DE LOS COBOS A SU PALACIO DE BÁSTULA (ÚBEDA)

Querido lector, cualquier novela siempre es un ciclo comenzado que, al igual que otras cosas de la vida, difícilmente se cierra. Creo que queda mucho aún por escribir de “La triste mirada del artista”. Comienzo una serie de pequeños artículos, desde un punto de vista muy personal, de las sensaciones que muchos de los personajes de la novela tendrían al pasear por las mágicas calles de Bástula. Para comenzar, he elegido la figura del inigualable Francisco de los Cobos, del cual podréis leer más en el siguiente enlace: 

http://ubeda.com/Francisco_De_Los_Cobos/index.htm 

Tras recapacitar sobre este proyecto, me gustaría poder describir la posible sensación que Francisco de los Cobos pudo tener al entrar por primera vez en su palacio de Úbeda. Las siguientes líneas, son meramente informativas y sacadas de internet: 

https://es.wikipedia.org/wiki/Palacio_de_Francisco_de_los_Cobos 

No obstante, creo que servirán como punto de partida para poner en antecedentes al lector. Con ellas, espero que se hagan una posible idea de lo que antaño llegó a ser este palacio:

Su Palacio en la ciudad de Úbeda, que formaba parte de un extenso programa artístico en el que se incluían la Sacra Capilla del Salvador (diseñada como iglesia-panteón del Palacio), la nonnata Universidad de Úbeda y el Hospital de los Honrados y Venerables Viejos del Salvador.

En éste conjunto palaciego, centró el gran mecenas ubetense buena parte de sus esfuerzos por ennoblecer los símbolos de su linaje, pretensión que sería culminada con la construcción de su capilla funeraria. La atención que dedicará a este edificio es congruente con la ideología imperante en la alta nobleza del Renacimiento español —que en este caso asumía unas ideas de ascendencia medieval— y con las ansias de reconocimiento social mostradas por Cobos a lo largo de toda su vida.

Se construyó sobre el solar del antiguo palacio paterno que él quería venerar, en el barrio de Santo Tomás, por tanto las obras se vieron condicionadas por el pie forzado de unas construcciones antiguas lo cual repercutía tanto en su arquitectura como en su integración urbanística, pero formaron parte de un conjunto monumental magnífico, como evidencia la cercanía de la Capilla del Salvador.

A partir de 1506 Cobos empezó a comprar casas colindantes con la casa paterna, para ampliarla. En la primavera de 1531 se hizo con otras dos parcelas anexas a sus propiedades, y poco después contrató al arquitecto Luis de Vega —el mismo que dirigiese las obras de su palacio vallisoletano— para que trazase el proyecto.

La sobriedad de su fachada destaca por contraste con la riqueza decorativa de la capilla. Sólo el entablamento liso con una cruz de Santiago entre dos veneras, y, en el mismo eje de la puerta, una amplia ventana, que no llega a desarrollar balcón, destaca en la amplia fachada en cortina de sillares. Los emblemas de la Orden de Santiago, evidencia el cariz publicitario de éste símbolo y el deseo propagandístico de sus propietarios, hecho que podemos ver reflejado también en otras muchas pertenencias de Cobos, como en el patio de su castillo-palacio de Canena o su capilla de El Salvador.

El patio y la huerta se situaron sobre un antiguo cementerio judío. Para su palacio de Úbeda don Francisco había encargado, a través del embajador en Roma Micer Mai, una bellísima fuente de piedra. También, en diciembre de 1531, Micer Mai anunciaba la llegada a Alicante, junto a la fuente que aún conservamos, el envío de un busto de Apolo, "una de las buenas piezas de Italia"... buena parte de estas obras de arte estarían destinadas a la decoración de su palacio en Valladolid, donde Cobos debería atesorar otro tipo de piezas exóticas y valiosas, cuáles eran los regalos que Hernán Cortés o Pizarro le habían hecho.

No sabemos, en cambio, si don Francisco llegaría a estar en posesión de una pequeña "cámara de maravillas", una "wunderkammern" manierista, siguiendo la creciente moda coleccionista europea y el propio ejemplo del Emperador. Con cámara o sin ella, lo cierto es que Cobos debió de apreciar y poseer este tipo de objetos "raros" y preciosos, como el manuscrito azteca, posible regalo de Cortés, encuadernado en piel de tigre, que el Comendador entregó al historiador Giovio en Nápoles.

En el siglo XIX fue incendiado y saqueado, perdiéndose la extraordinaria colección de pinturas y otras obras de arte atesoradas en su interior. En el siglo XX otro par de incendios cuando ya era una casa de vecinos, acabó por tirarlo al suelo.

Puestos ya en antecedetes, comienzo ya con el breve relato de la primera visita de Francisco de los Cobos a su nuevo palacio: 

Aquel día podría marcar un punto de inflexión en la vida de Francisco. Tenía un palacio espléndido en Valladolid, pero anhelaba poder visitar su amada Bástula cuando quisiera. Para su desgracia, no había ningún tipo de vivienda en la que pudiera sentirse como en casa. Hacía tiempo que le había encargado al arquitecto Luis de Vega la construcción de su nuevo palacio. Quería vivir en la casa en la que siempre había estado haciéndolo su familia, pero quería vivir según el estatus que había adquirido. La casa, pese a no ser pequeña, no se asemejaba a lo que ahora le gustaba a Francisco. Hoy, tras demasiado tiempo esperando, podría al fin contemplar lo que sería uno de los momentos más importantes de su vida.

Hacía unos cuantos años, cuando conversaba con varios de sus amigos y les contaba lo que tenía reservado para su amada Bástula, lo tildaron de loco. ¿Cómo iba a construir semejante complejo en un pueblo? Un palacio, una capilla funeraria, una universidad y un hospital, y todo ello sufragado con el capital de una sola persona. Sueño o no, hoy contemplaría la primera pieza del rompecabezas, su palacio.

Francisco estaba nervioso. Las últimas horas de viaje se le habían hecho eternas. Por más cómoda que fuera la carroza en la que viajaba, era incapaz de dormir. ¿Habría merecido la pena tanto esfuerzo y sacrificio? Si Luis de Vega había hecho un trabajo similar al de su palacio en Valladolid, estaba convencido de que sería una obra digna del mismísimo Carlos V.

El sol lucía con fuerza y Francisco al fin contemplaba las murallas del alcázar. Bástula se erguía majestuosa y él, demasiado nervioso, no veía la hora de entrar en la ciudad. Sabía que la puerta más cercana a su palacio era la de Santa Lucía, así que dio la orden de entrar por ella. Pese a ser una de las más sencillas de la ciudad, a Francisco siempre le había parecido que era la más hermosa. Tras unos eternos minutos de espera, divisó en la lejanía la figura de un hombre que estaba esperando. Estaba convencido de que era don Luis, ¿quién iba a estar allí de pie frente a la puerta de un imponente edificio que se levantaba hacia el cielo? No, no se equivocaba. Se bajó de la carroza y se dirigió hacia el lugar en el que, paciente, lo aguardaba Luis de Vega.

—Don Francisco, ¿qué tal ha hecho el viaje?

—Demasiado largo, don Luis. Esta lenta agonía, a la que yo mismo me he sometido, estaba consumiéndome. Espero que no me decepcione.

—Sé lo lento que ha debido transcurrir todo este tiempo para vos. No obstante, me enorgullezco de hacerle hoy entrega de las llaves de su nuevo palacio.

Francisco contempló la maravillosa fachada que se alzaba ante sus ojos y era tal y como él la había pedido. 

«Don Luis, deseo que la fachada de mi nuevo palacio no contenga ningún tipo de alarde arquitectónico. Prefiero que la fachada de entrada se convierta en el telón que oculte lo que tras ese muro se esconde. Quiero que en el entablamento liso aparezca una cruz de Santiago entre dos veneras y, en el mismo eje de la puerta, una amplia ventana. Y sí, don Luis, esa ventana no deseo que llegue a desarrollar balcón».

Con cuidado, don Luis abrió la enorme puerta de madera maciza que daba acceso al interior. Todo el espacio que contemplaban sus maravillados ojos se estructuraba en torno a un patio central. En este, y tal y como había pedido el mecenas, tenían cabida los elementos principales de la vida: El fuego, en la luz del sol que lo bañaba durante el día; el agua, derramada en una mágica melodía, a través de la fuente que se erguía en el centro del patio; el aire, encontrado en cualquier rincón del patio; y la tierra, esa que había albergado el mayor de sus sueños. El patio en sí era ese microcosmos con el que siempre había soñado. Dos impresionantes galerías porticadas, la inferior con arcos de medio punto y la de arriba con carpaneles, completaban el maravilloso paisaje pétreo. El conjunto lo completaban los maravillosos capiteles de temática heráldica que servían de colofón a las blanquísimas columnas marmóreas traídas desde Carrara.

—Espero no haberle decepcionado, don Francisco. Sé que había depositado toda su fe en el trabajo de este humilde arquitecto.

—Si hay algo que se parezca al paraíso, mi apreciado don Luis, es este patio. Ha sido capaz de dejarme sin palabras y eso es algo que no se consigue fácilmente.

Lo que parecía algo impensable que pasara, ocurrió durante esa visita. En el recto carácter y serio semblante de un hombre de estado, Luis de Vega había conseguido dibujar una amplia sonrisa. Esta, se alargaría durante todo el resto de la visita. Había conseguido que fuera feliz y su gesto así lo representaba.

Tras descansar y tomar un copioso almuerzo, Francisco regresó a la capital. Tenía demasiado trabajo pendiente y a un emperador que cada vez depositaba más confianza en lo que hacía. No obstante, y pese a las pocas horas que pasó en Bástula, Francisco se marchaba feliz. Soñaba con el día en el que el palacio estuviera completamente acabado y amueblado. Ansiaba poder ir de visita durante la temporada de verano a su amada Bástula.