En
estos tiempos en lo que lo único que parece que triunfa en el mundo literario
es la novela romántica y la novela de temática erótica, yo no pude resistirme y
comencé a escribir ficción.
Sí,
llamadme rebelde, pero soy incapaz de escribir algo medianamente decente de
alguno de estos dos géneros. No, no es menospreciar a nadie que lo haga, pues
cuenta con todo mi respeto; simplemente, soy más de Julio Verne que de Corín
Tellado.
Una
vez decidido el género (cosa que a más de uno nos trae de cabeza), toca elegir
la temática sobre la que tratará nuestra novela. Siempre he leído que cuando un
escritor quiere escribir algo que sea mínimamente bueno, necesita escribir
sobre lo que conoce.
Dicho
y hecho, situé mi novela en la ciudad en la que nací. Pero no podía quedarme
ahí, pues una novela de ficción sin darle un matiz de mi propia cosecha, no
sería una novela firmada por mí. Así que, me decanté por el género de ficción
histórica. Ahora, podía coger la vida de cualquier personaje que considerara
relevante e inventar cualquier situación que ayudara al desarrollo de mi
historia.
Pondré un ejemplo: una de las vidas que cuento en mi novela, es la del inigualable artista italiano Miguel Ángel.
Este,
jamás viajó a España, pero en mi novela… ¿por qué no pudo venir para traer una
de sus obras? Obra, que por cierto, sí que es de su autoría y está situada en
la Sacra Capilla del Salvador del mundo (Úbeda).
Así
pues, uní dos de mis pasiones para llegar a escribir mi novela: mi amor por la
escritura y mi pasión por el Arte. Por tanto, tenía ya muy claro que una parte
del esqueleto de la novela, giraría en torno a la figura de mi artista favorito
(Miguel Ángel). Ahora, quedaba darle forma a la otra parte del esqueleto, ¿cómo
encajar a Miguel Ángel en pleno siglo XX? La respuesta a esta pregunta, creo
que debéis responderla cada uno de vosotros una vez leída la obra.
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