Por motivos ajenos a mí, he mantenido
algo aparcado el blog. No obstante, hoy retomo esta sección de relatos cortos
comenzados hace ya y, que en cierta forma, va completando detalles de mi obra «La
triste mirada del artista».
En este relato, tras unos datos en
los que os daré a conocer cómo es y era el edificio en el que se ubicaba la
fuente protagonista del mismo, así como una descripción de la misma.
Aquí os dejo una breve descripción de
la fuente, pues sobre el palacio ya se habló en el primer relato. No obstante,
entre los enlaces anteriores os dejo algunos para buscar información sobre el
palacio.
La fuente es una pieza de la primera
mitad del S. XVI de origen italiano. Es una magnífica obra del renacimiento,
regalada por Venecia a Don Francisco cuando era secretario de Carlos V.
Su ubicación original fue el palacio
de Francisco de los Cobos, hasta que en el primer cuarto del s. XX quedó arruinado
y desmantelado.
El pilón tiene planta ochavada con
los paneles decorados con grutescos a base de decoración de candelieri,
delfines y medallones, pero está muy deteriorado con reformas en cemento y
alguna pieza que no encaja en el esquema decorativo. La taza superior está
decorada con motivos de peces, ranas y serpientes de agua. Desgraciadamente se
encuentra muy deteriorada.
Actualmente se encuentra ubicada en
la Plaza Vázquez de Molina, en los jardines centrales.
Conociendo ya lo fundamental sobre
esta preciosa y enigmática fuente, comienzo ya con el relato de la propuesta
ficticia (solo aparece en mi novela, pues no es un hecho histórico) que don Manuel realiza a Andrés de
Vandelvira una fría noche de noviembre:
Bástula, 30 de noviembre de 1538.
—Don Manuel, que hace vuestra merced
por la vivienda de este humilde arquitecto.
—Don Andrés, humilde sería antes.
Después de lo que está haciendo en esta ciudad y la vecina Baeza, su fama
llegará a oídos del mismísimo rey de España.
—Sus palabras me honran, pero dígame…
—¿Qué quiere que le diga?
—interrumpió algo nervioso.
—Hoy es una noche demasiado fría para
realizar visitas de cortesía. El invierno se avecina y, si Dios no lo remedia,
tendremos que paralizar las obras de la capilla. Con este tiempo, mi señor, es
imposible trabajar. Unos días llueve, otros hay que esperar a que se derrita la
helada que ha caído sobre la piedra de noche…
—Vengo a pediros un pequeño favor.
—Si está en mi mano concedéroslo, así
lo haré.
—¿Recordáis la capilla que ando
construyendo para enterrar a mi esposa?
—Sí. Don Francisco me confesó que
habíais encargado su construcción a descendientes de constructores que
trabajaron para la Orden del Temple —hizo una pequeña pausa antes de
continuar—. Si he de ser sincero con vos, en un primer momento me decepcionó su
decisión.
—Lo entiendo.
—No obstante, cuando me explicó el
motivo de tal decisión, lo entendí todo. Admiro la entereza con la que habéis
aceptado la traición de vuestra esposa. Otro hombre en vuestro lugar…
Durante unos segundos el tiempo se
detuvo. Ambos cruzaron sus miradas y, en ese hiriente silencio, quedó todo
dicho.
—¿Cómo es que no aceptasteis la
habitación que os ofreció mi señor mientras duraran las obras de la capilla?
—Aunque no podáis creerlo, Bástula me
gusta cada día más. Preferí alquilar esta modesta casa y vivir aquí por un
tiempo indefinido. Mi familia es feliz y eso es lo que verdaderamente importa
—respondió mientras atizaba el fuego.
—Me alegro por vos.
—¿Me diréis que os trae por aquí a
estas horas de la noche?
—Está bien —comenzó a decir con
cierto tono de timidez—, don Andrés, vos conocéis la fuente situada en el
centro del patio de mi señor, ¿no es así?
—Es de una factura exquisita. Una
impresionante obra italiana.
—Tras consultarlo con don Francisco,
este ha accedido y me ha dado permiso para que os proponga lo siguiente…
—Don Manuel —interrumpió—, antes de
hacerme vuestra propuesta, creo que deberíamos tomar asiento y servirnos una
copa de ese licor francés que tanto le gusta tomar a don Francisco cada vez que
viene a mi casa.
—Está bien, seguro que entramos en
calor. Hacía tiempo que no teníamos una noche tan fría como la de hoy.
Andrés de Vandelvira sirvió dos copas
y, tras ofrecer una de ellas a su invitado, se sentó junto a Manuel.
—¿Sería capaz de separar una de las
piezas de la fuente sin dañarla?
—Depende de la pieza, mi señor.
—Si no recuerda mal la fuente, y creo
que es así, los paneles del pilón inferior de planta ochavada u octogonal están
decorados con grutescos a base de decoración de candelieri, delfines y
medallones.
—Así es. ¿Qué pieza quiere retirar de
la fuente? —preguntó desconcertado.
—En uno de los laterales hay un
medallón con una cara humana tallada. Me gustaría sabes si vos seríais capaz de
retirar la talla y preparar un pequeño hueco para albergar un pequeño cofre de
plata que deseo esconder.
—Vuestra propuesta me honra, mi
señor. Si he de ser sincero con vos, creo que sí sería posible realizar el
encargo que vuestra merced me ha encomendado. Mañana por la mañana, ordenad que
vacíen la fuente para comenzar lo antes posible.
—Así lo haré. Y don Andrés, no creo
que deba decirle que lo que hemos hablado aquí esta noche es confidencial.
—No se preocupe, don Manuel, mis labios
están sellados.
Con una amplia sonrisa dibujada en su
serio rostro, Manuel abandonaba la vivienda. Sabía que en esa fuente iba a
enterrar otro pequeño pedacito de la traición de su esposa, pero qué podía
hacer además de intentar olvidarlo todo.
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Ubicación original de la fuente. |
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Ubicación actual de la fuente. |
Lugares que hacen soñar y fuentes llenas de historia. Gracias José Javier por hacernos soñar.
ResponderEliminarA vosotros por leer y soñar con mis letras. Un saludo en la distancia.
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